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Karol G en Estambul

Karol G en Estambul

Llegué cerca de las 23 horas al hotel que reservó para nosotros, a la vuelta del hotel donde me quedo siempre en Estambul.

Estuve muy ansiosa todo el día porque nos mensajeamos a diario hablando sobre este gran día y encima, de vuelta del aeropuerto de Sabiha Gokcen, había muchísimo tráfico. No quería hacerlo esperar.

 

  • Te llevaré a lo más alto esta noche - decía Cetin-
  • ¿En serio? ¿Cuán alto?
  • Lo más alto que puedas imaginar.

A lo largo de todos estos días en Capadocia me cuestioné una y otra vez lo que iba a hacer. Intuía que Cetin era musulmán, pero muy occidental y liberal para sus cosas según me iba dando cuenta. A ratos, seguía pensando en que quizás había entendido todo mal y no me estaba coqueteando. Quizás me hablaba con frases del google traductor y todo esto era un gran malentendido. Mal que mal, estábamos en el penúltimo mercurio retrógrado del año.


Pensé en lo imposible que es para ellos, como hombres turcos musulmanes,  tener un contacto así con una mujer.

Pensé en un inmenso atractivo: su 1,80 mt de estatura bien puesta, su exquisita barba, sus ojos grises detrás de sus anteojos redondos que le daban ese aire intelectual muy extraño entre los turcos. Pensé en sus brazos duros. En sus labios redondos.

Pensé también en que todo esto era pecado para él. Pecado grave

Pensé en lo inédita de esta oportunidad. Yo, siendo infinitamente deseada por un hombre así.

Pensé también que quizás Cetin no era musulmán, en cuyo caso todo esto era producto únicamente de mi mente en exceso romántica.


  • ¿Por qué me elegiste a mí de entre todas las chicas para coquetear apenas llegamos a Estambul, Cetin?
  • Te elegí porque luces hot. Porque eres como las mujeres de los videos de Wisin y Yandel. Como Karol G.

COMO KAROL G. Ese piropo sí que no me lo habían dicho nunca. JAJAJA. Aunque se sentía bien, increíblemente bien.

Finalmente, siempre he buscado ser aceptada. Que mi cuerpo de formas redondas sea aceptado. Borrar un poco los desprecios de la adolescencia. Borrar un poco la desazón eterna que me dejó José Miguel a los 17. Borrar la idea de mierda que me acosa más veces de las que me gustaría de que no estoy bien con este cuerpo. Que no soy digna de ser amada, aceptada, vista y deseada por ello. 

 

Comprobar una y mil veces lo deseable que puedo ser.


Todo esto pensaba mientras él me enviaba mensajes donde me indicaba que me esperaría. Que no me pusiera nerviosa. Que hiciera todo con calma, que la noche sería larga.


  • No voy tan linda como quisiera, le dije. Voy sudada. Tú sabes: vengo de un viaje largo y de un vuelo desde Izmir.
  • No te preocupes. Puedes ducharte antes. Puedo esperar a tocarte. No pasa nada.

Encima de todo esto, mi período había venido y había terminado en el viaje con las chicas. Venía cansada de haber caminado todo Capadocia. Pero ansiosa y contenta también.


Igual no sabía si esto sería sexo, o “un masaje” como me había prometido, o solo una noche de besos. A ratos también pensaba en la locura que estaba haciendo: mal que mal, me iría a pasar la noche con un turco sacado de revista que había conocido hace 5 días con sus noches.

 

No sabía cómo decirle lo de mi período tampoco. Pero no podía perder la oportunidad de pasar la noche con él. Eso estaba clarísimo.


Y en estas divagaciones, llegué al hotel, corriendo, sudada, ansiosa, deseosa.


Me registré en recepción con el número de habitación que me había dicho. El turco de la recepción era tanto o más guapo que el mío. Dios, cómo pusiste a todos los hombres de este nivel de atractivo juntos en esta zona del mundo. Me miró con una sonrisita maliciosa, de seguro pensando en Cetin que se habría registrado unas horas antes y que yo era la causante de la estadía. Pude ver la lujuria en su mirada. Definitivamente a estos hombres les gustan las mujeres de formas redondas como yo.


Subí al segundo piso, miré en todas direcciones y de pronto, se abre una puerta. Lo veo en el marco, sin camisa, exquisito, guapísimo, haciendo el gesto de llamarme con su dedo índice mirándome de la manera más sensual en que me habían mirado nunca.


Entré y me abrazó muy fuerte, apretando mis pechos contra sus pectorales, masajeando mi espalda baja.


  • Ya estás acá, nena. Tranquila.

Me besó muchísimas veces en el pelo con una ternura infinita, aprovechando la brecha de altura entre los dos. Le pedí disculpas muchas veces, disculpas que me callaba a besos. Me tomaba con fuerza desde la cintura, el cuello, me olía el pelo. Me besaba tiernamente y me parecía demasiado sensual el roce de su barba con mi rostro, el aroma dulce que colmaba siempre Estambul.


  • Dúchate, nena - me dijo tomándome el rostro con ambas manos.- y si necesitas ayuda ahí dentro me dices, sí? dijo, cerrándome un ojo y rematando con un beso al aire

Dios, qué guapos son los turcos. Qué guapos y qué fáciles.

¿o será que no son tan fáciles y en realidad hay algún mérito mío en atraerlos?


Me sentía una princesa otomana. Una sultana. Nunca en mi vida había besado a un hombre así de guapo y sensual. Menos aún en un habitación de hotel pagada por él mismo que, con toda seguridad, le costó la mitad de su sueldo mensual. 


En Estambul. En un hotel a pasos de Santa Sofía, la mezquita histórica.


Viendo el estrecho del Bósforo por la ventana, con la luna reflejándose en el agua.


Soy muy afortunada, pensé. Y con una tremenda sonrisa me fui a meter a la ducha.


Al salir de la ducha me quedé sin ropa interior y solo con mi vestido de seda, sintiéndome una princesa abrazada por el bello vestido traído de Efeso, la ciudad de la virgen María. Pensé en la ironía del vestido con vibra de virgen para ir a abrirle las piernas a un turco exquisito y me reí para mis adentros.

 

Comprobé que apenas quedaba rastro de mi período y respiré aliviada. Me recosté junto a él, sonriéndole. Comenzó a hacerme el masaje que tanto me había prometido, primero en la espalda, de forma tal que se ubicó casi sobre mÍ, yo dándole la espalda.

Sentí profunda verguenza, no sé por qué, y cerré los ojos. En el peor de los casos, Cetin lo encontraría sexy.


Me masajeaba muy fuerte con sus manos muy firmes y duras, pero a la vez tiernas. Su cuerpo olía fuerte pero no mal, es raro de explicar. Lo notaba ansioso,sus brazos y piernas tenían un leve temblor, sin embargo iba masajeándome cada vez más fuerte y recién ahí me di cuenta de cuánta fuerza tenía su cuerpo. Sentí miedo por un nano segundo de estar con un desconocido, sola, en un hotel a 13 mil kilómetros de mi hogar. Pero elegí confiar, en lo que sentía al estar con él, en su mirada y en su carta natal, por supuesto. 

Ese sol y luna en Cáncer no permitirían que nada malo me ocurriera esa noche.


De pronto, sin darme cuenta, el masaje se convirtió más bien en una besada masiva a mi cuerpo entre el cuello y las nalgas y quedé completamente boca abajo, él sobre mí, masajéandome y besándome al mismo tiempo. Poco a poco fue apegando su entrepierna contra mis glúteos y pude sentir claramente su excitación. Iba bajando hacia lugares mucho más erógenos cuando me di vuelta, un poco por miedo, un poco por verguenza y nos besamos. Noté poco a poco cómo se fue excitando a medida que me masajeaba y me besaba por toda la superficie de mi cuerpo.


Me encantó su fuerte olor a hombre turco. Su aliento. Su ternura.


Me iba diciendo que yo le gustaba mucho, que mi cuerpo le gustaba mucho. Conversamos sobre la hora a la que nos levantaríamos y seguimos acariciándonos, besándonos, tocándonos por todas partes.


Le pregunté si tenía condón y me dijo que sí, en ese momento entendí de lleno lo que iba a ocurrir realmente y aproveché de contarle de mi período ya en las últimas. Fue muy dulce con eso. “No pasa nada, nena”, me dijo con una risita tierna. “ya estar acá acariciándote esta noche es un sueño para mí”


Le dije que había tenido miedo de decirle que estaba menstruando. Me dijo que con abrazarme, tocarme y besarme le habría bastado.

Eso creo que fue lejos lo más dulce y tierno que me han dicho en toda mi vida, sin lugar a dudas.


No quería pensar en que esta noche de sexo terminara en amor, pero vaya que sí lo veía posible a este paso.


Se apartó para ponerse el preservativo y me dio una vergüenza tremenda pensarme ahí, en una cama en Estambul, con las piernas abiertas y mi vestido de seda a medio poner, mientras junto a mí un turco exquisito, sacado de revista, se ponía un condón para penetrarme.


Creo que nunca en toda mi vida sexual me habían penetrado con tanto ímpetu, pasión y ansiedad. Lo sentí muy ansioso, como si se sintiera en extremo complacido.


Mientras jadeábamos se traslucía por la ventana el brillo de la luna sobre el Bósforo, que llegaba hasta la cama. Soy la favorita del universo, pensé. Cerré los ojos y me dejé llevar por el tiempo que estuvimos ahí, que no sé cuánto fue.


Solo sé que al terminar ambos me sentía muy cansada, como si me hubiera caído al suelo y me hubiera golpeado fuerte en todas partes. Una extraña sensación de dolor y placer al mismo tiempo.


Al terminar, pasó algo muy curioso: Cetin me pidió disculpas, como sintiendo que el inmenso placer que me había proporcionado era insuficiente, y luego me abrazó un rato. Intentamos seguir pero estaba exhausto. Noté que se avergonzó o se puso triste con eso.


Pensé en la enorme carga sobre los hombros de estos hombres, dignos hijos de Suleyman: hay que trabajar mucho, proveer todo, hacer todo, y además, darle muchísimo placer a la mujer.


No entendí bien por qué le pareció poco el tiempo o lo que pasó, pobrecito. Sentí un poco de pena por él. Me dio ternura y me acerqué haciéndoselo sentir. Me abrazó y se quedó dormido y a mí me costó muchísimo dormirme. Me puse a pensar no en la culpa sino en que no le gusté lo suficiente. No entendí por qué me pidió disculpas y me enfrasqué en pensar en eso muchas horas. No nos daba el inglés a ninguno de los dos -pese a que lo hablábamos bastante bien- para aclarar algo así.


Me dijo que en la mañana lo intentáramos de nuevo.


Se durmió como tronco, pero noté que le costó dormirse. Yo debo haber dormido unas 4 horas y soñé con él, aunque no logré recordar qué.


Al despertar, cosa que le costó mucho, no quiso ducharse conmigo como habíamos hablado ni volver a tener sexo. Me dijo que si yo estaba disponible en octubre, cuando volvería, él también lo estaría.


Le pregunté si era musulmán, y riéndose, me dijo “obvio, el 99% de los turcos lo somos”. Me dio un beso en la frente riendo aún y se fue a un costado de la habitación a rezar.


Ingenuamente pregunté si podía mirarlo mientras rezaba y se rio a carcajadas “Obvio que sí, nena, no pasa nada. Dios está contigo también"


Al decir Dios no dijo God, como en inglés, sino Allah.


Ay, qué riesgoso todo esto. Yo me podría enamorar de Cetin, pensé.

De un hombre así de guapo y sexy y así de impetuoso y cariñoso y encima, con fe. 


Me duché, me vestí, me dijo que saliera sola, sin él, para que Servet, mi amigo del hotel, no nos viera juntos.


Me despedí de él con un fuerte abrazo y muchísimos besos. “Ya, no más besos que te voy a tener que desvestir de nuevo” me dijo riendo y pegándome suavemente en las nalgas en gesto de que me fuera.



Salí del hotel, sonriendo, feliz. El sol de Estambul me pegaba en la cara. Allah está conmigo, pensé. Realmente Allah está conmigo.


A los minutos llegaron las chicas al hall del hotel ¿Vamos a desayunar al Radisson? Acuérdense que nos invitó Servet.


Y Servet es otra historia, definitivamente otra historia.


Dios sí me ama muchísimo más en Estambul, jajaja.

Comentarios: 5

Ameeeeee ❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥
Necesito parte 2

Naty ,

Querida Tammy, Me encantó tu forma tan sutil y a la vez intensa de relatar…. Amooooo!!

Veronica Zuñiga Zuñiga,

Me sorprendió mucho! Esperaba experiencias del viaje de negocios, manifestación, astrología y salió algo nada que ver y me entretuvo mucho, cercano, fluido, como si una amiga te mandara un texto, bravo!!! Parte 2!!

Carolina Iribarren,

Exquisita narrativa Tammy! Elegantemente erótica y entretenida, mi parte favorita “me sentí como una princesa otomana” jijijiiii🤓 Definitivamente queremos más historias como éstas.

Elizabeth Arias,

Buenisimo el relato 🔥🔥🔥, igualmente tengo inseguridades con mi cuerpo, me gustaría poder liberarme un día de mis exigencias de belleza 😬

Soraya Fuenzalida ,

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