Se dice que Egipto te elige a tí y que viajas cuando estás preparada para su energía.
Se dice también que en cada viaje se abre un chakra, de una forma nueva y diferente - yo puedo decir que la calidad de mis canalizaciones cambió muchísimo luego de mi primer viaje-
Lo cierto es que viajar a Egipto, ya sea tu primera o segunda -o el número que sea- vez, va a cambiar tu vida para siempre.
Yo en este viaje sentí una apertura muy potente de chakra sacro, de disfrute, placer, goce, creatividad. Muy alineado con la energía que estoy viviendo a nivel personal de querer ser madre y tener más tiempo para mí.
Llegamos a Egipto el miércoles 7 de septiembre y nos recibió Atef, nuestro guía, amigo de Mohammed que es mi agente de viajes en ese país. Ya la entrada fue distinta - en mi primer viaje con Pato nos registraron muchísimo a la entrada lo que nos generó mucho miedo-. Las niñas ansiosas y felices ayudaron todas a recolectar el equipaje que demoró mucho en salir y nos adentramos en las calles de El Cairo.
Nos recibió un Cairo más ordenado y lindo que el que conocí en febrero 2020. Yo misma ya, acostumbrada a la insistencia en la venta de los egipcios, disfruté mucho mi llegada. Usé escote y me dio lo mismo esquivar cada mirada lasciva. Los egipcios no están acostumbrados a ver mujeres así, pero en septiembre hace un calor terrible que yo no conocía.
Pasamos todo el Cairo, pasamos el Nilo ya de noche, y nos adentramos en Giza que, de buenas a primeras y para nuestros ojos chilenos, parece una población peligrosa.
Atef de pronto se detiene fuera de un lugar derruido y nos dice: acá es.
En Giza siempre es así, fuera es algo muy feo y el hotel dentro es mucho más lindo.
Este hotel lo reservé guiándome por los comentarios de Booking.com, conociendo la zona y la vista -desayunamos todos los días con vista a las pirámides- y también pensando en que seríamos 7, pero finalmente fuimos 6.
Nos recibe Soso, una mujer de unos cuarenta años, no musulmana, de piel oscura y muy bella. No usa hijab. No ser musulmana en un país islámico es de valientes y revolucionarias. Noto que es ella quien maneja el dinero y económicamente todo el hotel, que es sencillo pero limpio. De película exótica.
Las niñas se impactan profundamente al ver en frente, muy muy cerca, la silueta de las tres grandes pirámides. Pasamos algunos segundos en silencio, contemplando.
Isa -quien luego sabríamos que era el esposo de Soso, reikista y maestro espiritual- se acerca hablando en murmullos y dándonos un té de manzanilla que bebemos en silencio, arrobadas aún por la experiencia.
Yo, si bien ya conocía, agradezco profundamente al universo estar viviendo este sueño. De alguna extraña manera siento como una misión haberlas traído a todas acá.
Luego de salir de nuestro arrobamiento discutimos sobre las actividades extras del día siguiente y decidimos agregar una cabalgata en camello para entrar a Giza. Nos organizamos con las habitaciones y nos vamos a dormir. Cada una extasiada y energéticamente conectada con este hermoso y magnético lugar.
Al otro día inicia nuestra aventura, entrando en camello a Giza...
Eso se los contaré en el próximo post.
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